El Salvador se prepara para recibir a la Virgen: “Esta Bajada es también un grito de esperanza”

Han pasado diez años desde la última vez que la imagen de la Virgen de las Nieves pisó la Parroquia Matriz de El Salvador. Y en este 2025, cuando todo en Santa Cruz de La Palma late ya en “modo Bajada”, el templo se prepara para recibir, una vez más, a la patrona insular en un contexto social que reclama fe, comunidad… y también esperanza.

José Francisco Concepción, conocido y querido como el Padre Checa, es párroco de El Salvador y uno de los principales referentes del trabajo social que se realiza desde Cáritas en la capital palmera. Sentado frente a un micrófono, admite con una sonrisa: “Cuando la Virgen sube el 5 de agosto, a mí me da una cierta pena… te quedas como huérfano”.

Una preparación coral

La llegada de la Virgen no es solo un evento religioso, sino un fenómeno emocional y social que transforma la isla. “Hay una preparación visible, claro: pintura, arreglos, coros, actos litúrgicos. Pero también hay otra más silenciosa y profunda, que tiene que ver con el modo en que la gente vive la fe”, explica Checa.

El Salvador acogerá durante varios días a la Virgen, pero la planificación ha sido colectiva. Desde hace un año existe una Comisión Eclesial de la Bajada que integra a representantes de diversas parroquias, el vicario y los arciprestes. “Ya no se prepara cada parroquia por su cuenta, todo se hace en clave de diócesis, de comunidad”, dice.

Un encuentro que emociona

Durante esos días en los que la Virgen permanezca en El Salvador, la iglesia abrirá desde temprano y será, como recuerda Checa, “una especie de peregrinación constante”. Personas que entran, lloran, encienden una vela, se quedan en silencio. “Lo más emocionante no es cuántos vienen, sino cómo vienen. A veces ves a una abuela enseñando al nieto quién es la Virgen. Eso es una transmisión de fe viva”.

Y en esta ocasión, hay un matiz añadido: “Llevamos años complicados. Pandemia, volcán, crisis… Esta Bajada tiene que ver con eso también. No es solo fiesta; es también un grito de esperanza”.

Las heridas que no se ven

Con su habitual claridad y empatía, Checa recuerda que “vivimos en un lugar muy bueno, pero no perfecto”. Desde Cáritas, en colaboración con voluntarios y profesionales, la parroquia gestiona un centro de día y un hogar para personas sin techo. “Atendemos a unas 25 o 30 personas cada día que viven en la calle, pero hay muchas más —familias— que no llegan a fin de mes. Gente con empleo, con hijos, con vidas aparentemente normales, pero con angustias reales”, denuncia.

Y lanza un dato demoledor: “Las familias que ayudamos desde las parroquias de El Salvador y San Francisco triplican en número a las personas sin hogar que atendemos”.

La urgencia de la vivienda

Entre las preocupaciones que más repite está la vivienda. Lo define como “el problema más urgente de todos”. Jóvenes que no pueden emanciparse, personas trabajando que viven en coches, alquileres imposibles. “La isla tiene talento, tiene jóvenes que quieren quedarse. Pero si no hay casa, no hay proyecto de vida”.

Advierte que las buenas leyes se topan con la realidad: “Proteges a los menores del desahucio, y eso es justo. Pero entonces nadie quiere alquilar a familias con niños. La sábana es corta: si tapas la cabeza, se te descubren los pies”.

Cáritas: un trabajo colectivo y silencioso

Aunque muchos lo asocian directamente con la labor de Cáritas, Checa se apresura a corregir: “Esto no es obra de uno. Hay más de cien personas implicadas. Yo acompaño, participo, pero el trabajo fuerte lo hacen otros”. Y pone un ejemplo que le emociona: “La integradora social del centro fue alumna mía con 12 años. Hoy coordina ese espacio. Eso es un orgullo enorme”.

Y siempre, los jóvenes

El sacerdote, también profesor, reconoce estar orgulloso de los chicos de la isla: “Son valientes, preparados, sanos. Afrontan con 18 años dejar este rincón pequeño para estudiar en grandes ciudades. Ojalá esta EBAU les permita elegir lo que quieren. Sentirse encajados siempre da fuerza”.

La Virgen como símbolo

Más allá del fervor religioso, el padre Checa insiste en que la Bajada es un termómetro social: “Que la Virgen baje este año es señal de que podemos volver a reunirnos, a celebrar. No va a resolver los problemas, pero sí nos devuelve una sensación de normalidad, de posibilidad. En una sociedad castigada, eso lo cambia todo”.

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