Un desastre natural sin soluciones: la inacción gubernamental asfixia a nuestros agricultores

Artículo de opinión de Juan Miguel Rodríguez, candidato a la Alcaldía de Tazacorte y al Cabildo de La Palma por Nueva Canarias frente amplio canarista.

La erupción volcánica que tuvo lugar hace 17 meses ha dejado cicatrices profundas en nuestras comunidades, especialmente en los agricultores que luchan por rehacer sus vidas. Mientras tanto, las autoridades públicas siguen enfrascadas en un debate interminable sobre concentración parcelaria y macrofincas, ignorando las necesidades apremiantes de aquellos a los que supuestamente deben servir. Esta inacción no solo es incomprensible, sino inaceptable.

Los agricultores no pueden permitirse esperar años, incluso décadas, a que los burócratas se decidan a tomar medidas. Las lecciones de la historia nos muestran que es vital actuar con rapidez en situaciones como ésta, pero nuestras autoridades parecen haber olvidado esto. ¿Cuánto tiempo más deben sufrir estas personas antes de que se les preste la atención que merecen?

Es hora de exigir a nuestros líderes que implementen líneas de ayuda financiera y apoyo técnico para los agricultores, en lugar de debatir interminablemente sobre cuestiones burocráticas. La reconstrucción y el progreso no pueden esperar a que la administración encuentre el momento perfecto para actuar.

Además, las restricciones excesivas, como la regla de los 50 metros de los bordes de las coladas de lava, solo sirven para obstaculizar aún más los esfuerzos de recuperación. Las autoridades deben demostrar más flexibilidad y adaptabilidad, en lugar de imponer reglas arbitrarias que sólo complican la vida de quienes ya han sufrido lo suficiente.

Con más de 1.800 personas enfrentando la incertidumbre de si podrán retomar sus empleos tras los ERTE, el tiempo se acaba. Las familias afectadas por este desastre merecen soluciones concretas, no promesas vacías.

Exigimos a las administraciones públicas que dejen de dar largas y ofrezcan el apoyo necesario a los agricultores y sus familias. Esta inacción no solo es inmoral, sino que amenaza con desmoronar el tejido socioeconómico de nuestras comunidades. Basta ya de dilaciones; es hora de actuar con determinación.

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