DESBROZAR EL RABOGATO: UNA AGRESIÓN EVITABLE AL PAISAJE DE LA PALMA

Sigue ocurriendo. Un auténtico despropósito, pagado además con dinero público. En los márgenes de carreteras y caminos de La Palma todavía pueden verse cuadrillas de empresas subcontratadas por las administraciones que, en sus labores de limpieza, utilizan desbrozadoras para eliminar el rabogato (Pennisetum setaceum). Una práctica expresamente desaconsejada.

No es una advertencia nueva: utilizar desbrozadoras con esta planta invasora es, con diferencia, peor que no hacer nada. Este método favorece la dispersión de miles, incluso millones de semillas. Además, tras el corte, el rabogato reb brota con fuerza en pocas semanas. El resultado: un “arreglo” estético a corto plazo con graves consecuencias ecológicas y que supone un derroche de recursos públicos.

Desde que se introdujo en La Palma en la década de 1970, esta especie ha cubierto la isla con un manto de tonos pajizos, alterando de forma dramática el paisaje insular. De todas las especies exóticas invasoras registradas, el rabogato es, sin duda, una de las más agresivas. No en vano, cuenta con una orden específica del Gobierno de Canarias que regula su manejo y control.

La Orden de 13 de junio de 2014 (BOC 120) establece con claridad las directrices para la gestión del Pennisetum setaceum. Entre otras medidas, prohíbe expresamente el uso de maquinaria como desbrozadoras y sopladores, e indica formas más adecuadas de erradicación.

Sin embargo, seguimos viendo brigadas operando en la isla que ignoran esas recomendaciones y emplean estas herramientas, especialmente en los márgenes de las vías. Muchas de estas cuadrillas son contratadas por el Cabildo o los ayuntamientos para tareas de limpieza, sin que parezca existir una supervisión efectiva. Esta negligencia podría incluso suponer un incumplimiento de los contratos firmados con las administraciones.

Es cierto que aplicar las técnicas correctas para debilitar el rabogato exige más tiempo y esfuerzo. Pero son métodos más eficaces y, a largo plazo, más rentables. Frente a eso, el desbrozado ofrece una solución rápida, pero superficial y contraproducente.

Afortunadamente, no todas las cuadrillas incurren en estas malas prácticas. Algunas actúan correctamente: recogen y embolsan las espigas, y arrancan la planta de raíz. Solo así se puede hablar de una intervención realmente efectiva. Cada vez más responsables y supervisores entienden que el objetivo no es solo “limpiar” el paisaje, sino evitar que el problema se agrave.

Es frecuente escuchar frases como “ya no hay nada que hacer con el rabogato”. Pero esa resignación no se sostiene. Aunque erradicar por completo esta especie de la isla resulte hoy inviable, sí hay mucho margen para limitar su expansión y proteger zonas sensibles y de alto valor ecológico. Existen además iniciativas de voluntariado que están logrando recuperar áreas afectadas.

Sí se puede hacer mucho. Lo primero: dejar de actuar con negligencia.

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